No importa de dónde vengamos, ni quiénes seamos. Tampoco de qué familia venimos, ni en que país nacimos.
La religión, raza o cultura tampoco importa. Lo único importante es el rumbo que deseamos tomar para nuestro crecimiento y enriquecimiento como personas.
El pasado no tiene por qué influir en nuestro presente. Al fin y al cabo ya pasó y ya dejó las lecciones importantes que tenía que dejar.
No es necesario regresar a él. Y si por algún motivo volvemos a él, ya sea por un recuerdo o circunstancia, debemos procurar permanecer el menor tiempo posible en él.
Y si el recuerdo de nuestro pasado nos hace daño, debemos perdonarlo y seguir.
La mayor energía debe ser invertida en el presente, de otro modo, nos desgastamos por cosas sin sentido, haciendo preguntas que no sabemos si algún día tendrán respuesta, sobre personas que no sabemos si volverán.
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